El momento en que Kathy Switzer es agredida por Jock Semple. Foto: Boston Herald.
En 1967, la joven con el dorsal número 261 en la Maratón de Boston fue atacada simplemente por ser mujer. En medio de las agresiones, asumió la responsabilidad de demostrar que podía completar la carrera y siguió corriendo. Se convirtió en la primera mujer en completar oficialmente la Maratón de Boston .
Para hacerlo, primero tuvo que convencer a su entrenador, Arnie Briggs. Switzer era una estudiante de periodismo de 19 años, que cursaba en la Universidad de Syracuse, Nueva York. Como no había equipo femenino de carreras allí ni en ningún otro lugar, entrenaba extraoficialmente con el equipo masculino de cross country. Tras discutir con él acerca de la capacidad de las mujeres para correr la maratón de Boston, y con la evidencia de que el año anterior Roberta Gibb se había sumado a la carrera y la había terminado, de manera extraoficial (es decir, sin dorsal y sin estar inscripta), Briggs le reconoció a Switzer: “Si alguna mujer pudiera hacerlo, serías tú, pero tendrías que demostrármelo. Si corrieras la distancia en los entrenamientos, sería el primero en llevarte a Boston”.
Los primeros kilómetros de cada maratón son divertidos. Correr es fácil, el ruido de la multitud es emocionante y tus compañeros son conversadores y afables. Sabes que después va a doler, así que simplemente disfrutas. Así fue mientras corríamos en nuestro pequeño grupo, cuatro en fila, bromeando y agradeciendo a los muchos que nos felicitaban y nos animaban.
(…) Casi en el kilómetro cuatro, se oyeron bocinas y alguien gritó: “¡Apártense, corredores, a la derecha!”. Hubo muchos movimientos y algunas maldiciones cuando un gran camión de plataforma nos obligó a todos a apartarnos del estrecho camino. Muy de cerca, detrás del camión, venía un autobús urbano. Era el camión de prensa fotográfica; en la parte trasera había elevadores para que los camarógrafos pudieran tomar una foto limpia mientras el vehículo avanzaba hacia la cabeza del pelotón. De repente, el camión redujo la velocidad para quedar justo delante de nosotros, y los fotógrafos nos estaban tomando fotos. De hecho, se emocionaron mucho al ver a una mujer en la carrera, ¡una mujer con dorsales!
(…) Momentos después, oí el roce de unos zapatos de cuero acercándose rápidamente detrás de mí, un sonido extraño y alarmante entre el golpe sordo de las zapatillas de correr con suela de goma. Cuando un corredor oye ese tipo de ruido, suele ser peligroso, como oír las patas de un perro en el pavimento. Instintivamente, giré la cabeza rápidamente y me encontré con la cara más feroz que jamás había visto. Un hombre grande, un hombre enorme, con los dientes al descubierto, estaba a punto de abalanzarse, y antes de que pudiera reaccionar, me agarró del hombro y me lanzó hacia atrás, gritando: “¡Sal de mi carrera y dame esos dorsales!”.
Los párrafos anteriores son un extracto de Marathon Woman, las memorias de Kathrine Switzer, publicadas por primera vez en la revista Runner’s World en abril de 2007.
La historia se sitúa en la Maratón de Boston de 1967, un momento trascendental por tratarse de la primera vez que una mujer corrió con dorsal (el número que identifica a cada participante).
Oportunidades
En 1967, la Maratón de Boston se celebró el miércoles 19 de abril, Día de los Patriotas en el estado de Massachusetts. La periodista se inscribió como “K.V. Switzer”, tal era la firma que usaba en el momento, y el formulario no hacía referencia alguna al género. Sin embargo, el relato de Switzer en sus memorias muestra con crudeza la violencia vivida:
El aire se llenó solo con el zumbido de las cámaras motorizadas, ruidos de forcejeos y, débilmente, el chillido de un camarógrafo que no pude entender. Se me caía el alma a los pies; nunca había sentido tanta vergüenza y miedo. Nunca me habían maltratado, ni siquiera me habían azotado de niña, y la fuerza física y la rapidez del ataque me aturdieron. Me sentí incapaz de huir, como si estuviera clavado allí, y de hecho lo estaba, porque el hombre, este tal Jock (Semple), me tenía agarrada de la camisa.
(…) Por un instante, me pregunté si debía salirme de la pista. No quería arruinar esta prestigiosa carrera. Pero la idea fue solo un destello. Sabía que si renunciaba, nadie creería jamás que las mujeres tuvieran la capacidad de correr más de 42 kilómetros. Si renunciaba, todos dirían que era un truco publicitario. Si renunciaba, haría que el deporte femenino retrocediera muchísimo, en lugar de avanzar. Si renunciaba, nunca correría en Boston. Si renunciaba, Jock Semple y todos los que eran como él ganarían. Mi miedo y humillación se convirtieron en ira.
Switzer cuenta que, mientras corría, luego de los incidentes ocurridos, se preguntaba por qué no había otras mujeres que corrieran. Si tenía que ver con los mitos que decían que correr arruinaba los órganos reproductivos o falta de interés. Llegó a la conclusión de que nadie les había dado la oportunidad de desmentir esas “tonterías”. Pero ella sí la tenía. “Yo no era especial; solo tuve suerte”, dice en sus memorias. Y agrega que las mujeres no habían tenido la oportunidad de demostrar que querían esas cosas. “Me sentí responsable de crear esas oportunidades. Me sentí eufórica, como si hubiera hecho un gran descubrimiento. De hecho, lo tenía”, decía Switzer.
La maratonista completó la carrera en 4 horas y 20 minutos. Pero no fue hasta 1972 que la Maratón de Boston comenzó a admitir de manera oficial la inscripción de mujeres.
En 1975, mejoró su tiempo y logró el segundo puesto de la Maratón de Boston al completar la carrera en 2 horas, 51 minutos y 37 segundos. El año anterior había ganado la carrera de Nueva York. Además, fue una de las impulsoras de la campaña para incluir la maratón femenina en los Juegos Olímpicos, lo cual se consiguió en Los Ángeles, en 1984.
Asimismo, fundó 261 Fearless, una red mundial de corredoras que ayuda a crear oportunidades para las mujeres, y que hace mención al número de dorsal que llevó en la Maratón de Bostón de 1967.

Switzer en la 121° Maratón de Boston. Foto: Infobae.
En la edición 121° de la Maratón de Boston, 50 años después de su hazaña, volvió a correr los 42,195 kilómetros, con el mismo dorsal: el 261. Lo hizo a sus 70 años, en 4 horas y 44 minutos.







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